ANTOLOGÍA DE TEXTOS*


«La obra de Eladio no se aparta en su esencia de la escultura denominada de “representación”. Ahí está la figura del hombre, fundida en cemento, tallada en piedra o modelada en barro, como mediadora calificada y tradicional de los más ilustres contenidos estéticos.

 

Naturalmente, nuestro artista, está muy lejos de creer que llevar a la materia la forma del gesto humano, con la suficiente exactitud y fidelidad para adquirir la veracidad de algo bien conocido y familiar, es bastante para que el objeto manifieste esa significación trascendente que le va a dar carta de naturaleza en el misterioso mundo de la simbología artística.

 

Por ello, la honda preocupación que en fértil impulso lo obliga a ensayar constantemente: cuidar del tratamiento del volumen, estudiar con seriedad el espacio liberado y el “incluso”, y dedicar un tiempo de perfeccionamiento a la línea perfil. Todo un ejemplar esfuerzo de clara autenticidad se vuelca intencionadamente sobre la materia y la anécdota para rescatar a ambas de su condición normal y trasladarlas hasta el límite mismo de sus posibilidades sustanciales y metafóricas; allí se abre, amplio y extendido, el ámbito de la expresividad.

 

El objeto artístico entonces, traspasado el cerco estrecho de su inerte y pasiva permanencia, parece respirar, exudar como una profunda y estremecida vitalidad extramatérica. Ya no es sólo aquello que pesa, que es duro, que puede ser brillante, mate, áspero o liso en su aspecto, ya es algo que dice cosas del hombre, de su visión universal y de la grave hondura de su apasionamiento». 

 

Pedro González: Eladio González de la Cruz. Esculturas. Catálogo. Museo Municipal de Bellas Artes, Santa Cruz de Tenerife, 1969 y en Pedro González: «La escultura de Eladio González de la Cruz», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 14 de diciembre de 1969.



«Todo hombre de lucha es prudente. No titubeante, quede esto bien claro, sino prudente. Medita los pasos con serena calma y en comedimiento, en la seguridad de lo que realiza, se encuentra su mejor virtud. Tanto técnica, como artísticamente Eladio da una fecunda lección de esa serenidad, de ese comedimiento, de ese buen tino. No se ha de decir de esta muestra escultórica que se mantiene en unas líneas de conducta prefijadas, presupuestadas por las circunstancias de tendencias a la moda de estilos impuestos o significaciones estereotipadas. Apoyado en lo que de verdad conoce, la técnica, tantea con exactitud sus íntimas motivaciones y en su obra mostrada podemos contemplar cómo se va acercando, aproximando, metiendo, dentro de esas inapelables directrices que son una exigencia de todo artista que, de corazón, se sabe ubicado con precisa razón de ser dentro de una época por tantas y tan variadas causas llena de compromisos. Desde el academicismo rigorista, de plena dedicación al modelo, nuestro escultor pasa a esa serie de trabajos en que línea y volumen son los componentes esenciales del trabajo, hasta atisbar, ir sabiéndose dentro de ese entrañable, casi secreto panorama, que constituye el juego arriesgado, atrevido, premonitor, anticipando a la ciencia y a la filosofía, que son las masas en su evolución misteriosa con los espacios». 

 

Enrique Lite: «Las esculturas de Eladio González de la Cruz, según Enrique Lite», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 18 de diciembre de 1969. 



«Juan Antonio Padrón Albornoz: Eladio, ¿le gustaría que sus obras le acompañasen hasta el final de su vida?

Eladio de la Cruz: Por su puesto.

Padrón Albornoz: Entre sus obras, ¿no se siente ligado espiritualmente más a unas que a otras?

De la Cruz: En la necesaria evolución espiritual que toda obra de arte requiere, hay —como es lógico— un rechace de cosas que hacemos y un amor por otras que siempre estarán vinculadas a nuestra labor creativa.

Padrón Albornoz: ¿Puede traducir en palabras la relación entre usted y su obra —ya terminada— al contemplarla cada día?

De la Cruz: La relación puede ser de pena, de cariño, de arrepentimiento, de gozo. En fin, la relación que se siente ante las cosas que en esta vida han sido hechas por nosotros mismos con todas sus virtudes y, también, con todos sus defectos.

 

[…]

 

Padrón Albornoz: Para usted, ¿qué es una escultura?

De la Cruz: Una de las más puras formas de expresión que el hombre ha creado.

 

[…]

 

Padrón Albornoz: ¿Cree en la inspiración?

De la Cruz: Creo en el trabajo.

Padrón Albornoz: ¿Le cuesta trabajo su obra? ¿Disfruta o sufre mientras trabaja en ella?

De la Cruz: En el nacer, que es lo más importante en esta vida, se sufre y se siente el lógico gozo. Naturalmente que lo mismo ha de ocurrir —y de hecho ocurre— cuando, como en mi caso, hacemos que nazca una escultura.

 

[…]

 

Padrón Albornoz: Un objeto cualquiera —un libro, por ejemplo— ¿qué le inspira desde el punto de vista escultórico?

De la Cruz: Cualquier cosa me puede suscitar la realización de una escultura. No sólo un objeto —como ese libro que me dice— sino incluso un espacio, un vacío, una luz, un estado de ánimo y tantas y tantas cosas.

Padrón Albornoz: Una última pregunta. ¿Cuántas veces ha experimentado el gozo de lograr lo que deseaba en la escultura?

De la Cruz: Siempre y nunca». 

 

Eladio González de la Cruz, entrevista de Juan Antonio Padrón Albornoz: «Charla con el escultor Eladio González de la Cruz», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 11 de junio de 1974. 



«Eladio de la Cruz: La vocación escultórica mía estuvo determinada por la contemplación de la obra que hacían, frente a mi casa, artistas como Cejas Zaldívar, Miguel Márquez, Fernández de Misa, en el estudio del primero.

Fue para mí un extraordinario descubrimiento. Desde pequeño, al concluir mis clases en la escuela, me metía como de rondón en el estudio de Cejas y les ayudaba en las tareas más sencillas. Con la marcha de este escultor a Venezuela, entré en la Escuela de Artes y Oficios. Allí me animaron a continuar los estudios de Bellas Artes.

Luis Ortega: ¿Era propicio el ambiente de Santa Cruz para desarrollar las vocaciones artísticas de los jóvenes? De la Cruz: Existían grandes dificultades para montar un estudio. El caso que te dije antes de Cejas y, posteriormente, "La Cuadra", en el que estaban Enrique Lite, Juan Pedro González, Máximo Escobar, Roberto Barrera, Luis Villegas, Jaime Pérez Yanes. Luego se integraron miembros de otras generaciones. Aquello constituyó un ambiente en el que se adelantaban vocaciones por ese contacto directo que los artistas sostenían diariamente.

Ortega: Conocidas tu intuición y tu fuerza vocacional, ¿qué te aportó la Escuela de Bellas Artes?

De la Cruz: Conocimientos fundamentales. La necesidad de adecuar la intuición a la técnica, la disciplina académica que necesita el espíritu un tanto anárquico de un artista.

Ortega: Tú te has mantenido siempre fiel a la figuración. ¿Por qué?

De la Cruz: Siempre. Es una cuestión de afinidad y de respuesta a mi modo de entender la plástica. Eso no quiere decir que no me agrade el abstracto, que en manos de muchos artistas ha llegado a ser una alta expresión creadora, ni que tampoco sea un clásico, porque pienso que la calificación y el ejemplo, una vez superada la etapa académica, deben quedar como recursos personales y no como mensaje presente de un artista de hoy.

Ortega: En esta exposición presentas las más variadas materias…

De la Cruz: Yo pienso que los escultores deben dominar las distintas técnicas para poder adecuar lo que quiere decir a la materia que mejor lo exprese. En este caso, la nobleza de la madera; la piedra es una materia obligada en todo escultor; el bronce, uno de los elementos tradicionales, te permite manifestar la técnica del empaste; la piedra artificial por la variedad de gamas que te permite utilizar; el barro cocido por sus calidades... En fin, cada elemento tiene una respuesta concreta, que más que por mis palabras, encontrarás en las obras». 

Eladio González de la Cruz, entrevista de Luis Ortega: «Eladio de la Cruz abre una nueva exposición en el Museo Municipal», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 21 de noviembre de 1974. 



«Eladio de la Cruz presenta una selección de obras en piedra, madera y bronce, que sin apartarse de su línea tradicional, marca una tendencia más expresionista, más fuerte, dentro siempre de la carga humana y llena de sentimiento que acompaña cada muestra de este creador.

 

[…]

 

La muestra de Eladio ha sido especialmente comentada por los garachiquenses visitantes. El marco añejo de la nave del castillo, su tenue iluminación, aportaron a la obra un ambiente recogedor y austero muy en consonancia con las formas maternales y ascéticas que llevó el artista. Su técnica de perfección artesana, de mimo creador, puede, en algunos casos, a la idea plasmada; por eso nos gusta ver cuando la idea ha roto el ideal de la forma y ha llevado al artista quizá a donde él no quería, logrando un resultado lleno de fuerza, de violencia contenida, de gesto que desea romperse en un minuto eterno. Los tonos blancos, rosas, verdes y el simple barro informado contrastan con la calidez de la madera y el bronce, que da forma a la expresión  de maternidades vivas que se recogen en sus propios hijos. Eladio de la Cruz, un ejemplo de buen hacer al alcance de la idea de un pueblo». 

 

Faly Gutiérrez: «Exposiciones en Garachico», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 24 de agosto de 1975. 



«Eladio de la Cruz o el “escultor de la vida y la muerte”, como algunos estudiosos de su obra le han llamado, es una artista de realidades. El cincel y la gubia, su propia mano cuando moldea el barro, son los instrumentos que sobre la piedra, el bronce y la madera han entresacado de materiales informes, figuras que rayan el ascetismo formal. Los rostros no tienen rasgos, los cuerpos estilizados aluden a la maternidad, la adolescencia, la paz, y también al dolor o al abatimiento. El artista, que próximamente inaugurará una nueva exposición en Tenerife, prefiere sacrificar lo novedoso en aras de una perfección técnica obtenida a través de variaciones sobre un mismo tema, y es que su interpretación de la realidad, muchas veces insistente sobre idénticos motivos, ha resultado ser para este escultor de cuerpo entero la mejor forma de acercarse a la polivalencia expresiva y la heterogeneidad anímica del ser humano». 

 

Paloma Garmendia: «Eladio de la Cruz, un escultor de realidades donde los rostros

desaparecen», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 11 de septiembre de 1990. 



«Las formas de Eladio emanan como de una ancestral pervivencia de lo femenino, de lo patriarcal aunado al espíritu. Sus maternidades quedan envueltas en ascéticas actitudes espirales cuyas líneas ascendentes podrían llegar hasta el espacio concreto. La mujer acepta al padre y ambas figuras se confunden en su individualidad. Serenidad, dramatismo, sentir muy lejos del surrealismo, pero dolor próximo al expresionismo, serían las claves en la obra que contemplamos». 

 

Faly Gutiérrez: VVAA: Eladio de la Cruz. Esculturas. Catálogo. Casa de la Cultura de Garachico, Cabildo Insular de Tenerife, 1996. 



«Una técnica bien aprendida y lo suficientemente dominada por el continuo ejercicio que le permite centrarse en un mundo figurativo muy por encima de la mera traducción artesanal de la realidad. En algunos aspectos podría decirse que la figuración pasa a segundo plano y se convierte en un mero pretexto para el ejercicio formal de volúmenes y masas, de toscas o pulimentadas superficies». 

 

Miguel Ángel Fernández-Lomana: VVAA: Eladio de la Cruz. Esculturas. Catálogo. Casa de la Cultura de Garachico, Cabildo Insular de Tenerife, 1996. 



«Eladio orientó muy temprano el norte de sus inquietudes por un camino que ya nunca abandonó sino continuó descubriendo. Él ha contado más de una vez que, cuando era aún un crío, se pasaba las horas, sin sentirlas pasar, contemplando furtivamente cómo el escultor y más tarde maestro suyo Enrique Cejas Zaldívar manejaba el cincel, modelaba la arcilla o desbastaba y pulimentaba la madera, sin siquiera intuir que se estaba embebiendo, sin perder uno solo, todos los secretos de su arte. Tras el enrejado o celosía en que se apostaba (espiándose uno y otro, sin que la ingenuidad de Eladio lo captara), la ansiedad infantil lo aguijoneaba. Todo su afán era saber cómo se iba concretando el prodigio de las formas que el artista desvelaba, golpe a golpe, en la piedra o la madera, o aprisionando morosamente el barro moldeable. Así fue descubriendo, de parecida manera a como su maestro hacía con su arte, la vocación que germinaba incontenible.

 

Desde aquellos años de encandilada revelación a ahora, Eladio —para decirlo con palabras liminares de Pedro González, escritas en 1969—, no se apartará en su esencia de la escultura denominada de “representación”, lo que no significa que ha sido o sea un escultor imitativo. Nada más lejos. En su obra, como ha señalado Fernández Lomana, “la figuración pasa a segundo plano y se convierte en un mero pretexto para el ejercicio formal del volúmenes y masas, de toscas o pulimentadas superficies”. Y también, añadimos nosotros, de ensoñaciones, de ideas y emociones.

 

Si nos fuera dado contemplar, como en un gran friso, la vasta producción escultórica de Eladio de la Cruz, podríamos contemplar que toda ella es un amplísimo bosque de gestos, actitudes, desolaciones, ternura, lágrimas y sonrisas: El ser humano, sobre el que el artista ha pasado con obstinación la mirada, para arrancarle hasta el más hondo latido, hasta la huella recóndita del dolor a la alegría, la tristeza o la felicidad. Escultura esencialmente antropomorfa, pero no sometida a servidumbres de verismos alguno, atenta al desvelamiento de los rasgos espirituales o al juego de las simbologías. De ahí el aura de patetismo, unas veces, o de lirismo, otras, que fluyen de su obra, en la que Eladio de la Cruz conjuga inspiración y maestría». 

 

Eliseo Izquierdo: Muestra Escultórica-Pictórica. Eladio de la Cruz y Fernando Massanet. Catálogo. Cabildo Insular de Tenerife, Caja General de Ahorros de Canarias, 1997. 



«Eladio de la Cruz idealiza la figura, la esquematiza, la difumina, la hace etérea, para que trascienda y aborte en esencia y espíritu. Todo, a golpe de gubia o al tacto vigoroso de unos dedos que se unen a ese barro que de la nada se hace cuerpo escultórico, de un rico contenido formal. Es cuando la imagen queda en el engendro de la piedra o la madera, que generosa ofrece esa línea veteada tan larga que pueda subir limpia y transparente en un indicio de hondo sentimiento, hacia un mundo sideral. Puedo decir que la unión de las formas logra que el contenido nos lleve a mundos nuevos, a sueños queridos, o también, a estilizados espacios…

 

Eladio de la Cruz, consumado escultor, trata con un trabajo coherente, de ritmo y sensibilidad, que su obra esté llena de sentido estético. Hay una adivinación que aborta en un mensaje estilizado, que sin apartarse de la figura en sus diversas concepciones, se proyecta en una vanguardia tan rica en pliegues, poses, situaciones… que la carne se transforma en algo espiritual, como si el volumen del cuerpo en su maternidad o anatomía tanto de la mujer como del hombre se alagara en una visión del Más Allá.

 

Hay un regusto por la obra bien hecha. Un marcado acento de un realismo que de puntillas lo presenta para envolverlo en esa psiquis de energía o substancia que anda sumergido en cada vaciado, para que el ritmo del corazón lo sublime. Rico es el resultado por el amor que el autor imprime a la obra». 

 

Dimas Coello: «Eladio de la Cruz, esculturas para una obra monumental», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 25 de mayo de 1999. 



«Vivir la experiencia de ser escultor y llegar a la madurez con un haber y saber estar en el presente plástico, al día de los diversos y rápidos impactos del arte contemporáneo donde el discurso o las nuevas búsquedas e inquietudes pasan a ser historia brevemente, puede parecer difícil, complicado y complejo.

 

Pero este no es el caso de Eladio de la Cruz, su labor docente compartida entre la Facultad de Bellas Artes y la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife, ha dejado huella de su magisterio en momentos muy difíciles. Un sinfín de discípulos y maestros han salido de manos de este escultor haciendo escuela en las islas, ya que al implicarse en cuerpo y alma en la docencia, ha contribuido a toda una formación de varias décadas dedicado a este menester.

 

Fue discípulo de grandes artistas y maestros isleños, y admirado por los mismos como lo muestran textos dedicados a su persona, así como absorbente de otros de talla universal, como puede apreciarse en su obra, en tensiones, recogimientos y lecturas, Moore está presente, así como artistas mediterráneos, como escultores más allegados a su época.

 

Él nunca ha dejado de estar en el sitio justo de lo que es la escultura, sin tapujos, directo, no dando valor a los hallazgos ni a las nuevas tendencias conceptuales; sin conceptualismos ha entregado a diario una docencia ética dentro de una formación sólida con un saber estar». 

 

Manuel Bethencourt: «Solo en su pensamiento ve formas…», en VVAA: Eladio de la Cruz. Catálogo. Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Puerto de la Cruz, 2001. 



«Asistir al despliegue técnico de Eladio de la Cruz, y a su entender en el tratamiento de los materiales que emplea para sus esculturas, es toda una suerte que no siempre se tiene oportunidad de conocer. Eladio presenta obras tanto fundidas en bronce, como realizadas en piedra artificial, escayola patinada, o talladas en madera, y en todas ellas mantiene su modo de hacer personal, a través del cual la materia adquiere una tersura, que llega a dotar a formas inanimadas de una “piel” sensible.

 

Enfrentado a los movimientos y posiciones del cuerpo humano, la expresión del rostro se convierte en objeto de atención fundamental, los gestos del cuerpo tanto de recogimiento en una sutil “Maternidad”, como de lucha y rebeldía en una estilizada figura sin brazos, a la que Eladio titula precisamente “Expresión”. Invitamos a los que aún no conocen su obra más íntima a compartir el cariño que Eladio deposita en ellas». 

 

Celestino Hernández: «La expresión humana en la escultura de Eladio de la Cruz», en VVAA: Eladio de la Cruz. Catálogo. Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Puerto de la Cruz, 2001. 



«Compañero que dilata el alma

con el susurro claro y cristalino

transparentes y amables como sus ojos

sus formas al espacio son lo vivido

Eladio de la Cruz lucha contigo

y al construir conforma la esperanza

se acerca como un beso a tu destino

dejándote en la frente la dulzura

y una luz que te alumbre sin abismos,

de su mano camina su escultura

hacia el futuro en que tu mano aprende

el maestro que enseña valiente

modelando la historia, tallando el tiempo

anunciando en la piedra el nacimiento

de esta existencia hermosa para el presente»

 

Margarita Acosta (Margot): «Eladio González de la Cruz», en VVAA: Eladio de la Cruz. Catálogo. Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Puerto de la Cruz, 2001. 



«Inquieto miraba desde la profundidad tenue de sus ojos. Destacaba por sus plateados cabellos, sentado a una mesa repleta de estatuitas regaladas por sus alumnos. El tono romántico, casi dulce y la imagen bohemia de un artista lo transmitía la música clásica que nunca faltaba en el aula. Cuando impartía su cátedra en la Escuela de Arte de Ireneo González, la plácida ceremonia del aprendizaje estaba servida. Complaciente atendía a sus alumnos que le veneraban, interesado estudiaba sus modelados, educaba sus conceptos y siempre con cálido discurso les animaba a seguir la senda de la escultura.

 

Esta es la imagen que desde que entré en la Escuela de Arte me sedujo de un maestro: la ternura de su amistad, la frescura de sus modelados, la placidez de sus tallados que siguen, como río caudaloso, el discurso de la madera. Compendio que cautivaba a todo el mundo hasta quererle»

 

Miguel Ángel Díaz Palarea: VVAA: Eladio de la Cruz. Catálogo. Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Puerto de la Cruz, 2001. 



«Bellas esculturas de Eladio de la Cruz se encuentran expuestas en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. Figuras que se convierten en volúmenes, respondiendo siempre a su arte creador. El clasicismo presente a través de una obra bien realizada, demostrativa de la capacidad del escultor. Bronces, mármol, piedra confiriendo corporeidad a un homenaje constante al cuerpo humano.

 

Figuras tales como las tituladas Pensamiento, El Ocaso, en escayola patinada; Naturaleza en madera o Expresión en bronce, son unas de las tantas obras de arte que conforman la exposición. Las materias puestas al servicio de la plasmación de la figura; bustos, rostros, maternidades, reflejan la virtud de expresar sentimientos. En ellos se descubre la tristeza, la amistad, la alegría; sabe el escultor dar a conocer sentimientos por medio de la materia, de los pliegues del ropaje, de las telas que le dan forma. Reina un misterio atrayente en su iconología. Bien resueltas, altamente atrayentes y que nos cuentan y hablan de la verdad humana. 

 

La trayectoria de Eladio de la Cruz supone una constante investigación en las formas. Ha alcanzado unas cotas muy significativas en el estudio del volumen, del juego de masas o vacíos, de pátinas y superficies mates o pulimentadas; lo que junto a la elegancia de la línea que le caracteriza, hace que cada exposición suya suponga el ofrecimiento de nuevos hallazgos. Ha ido pasando por una serie de etapas, que le convierten en un artista volcado a la máxima estilización de la figura». 

 

Joaquín Castro: «Esculturas de Eladio de la Cruz en el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias», Diario de Avisos, Santa Cruz de Tenerife, 14 de febrero de 2001. 



«El arte de Eladio de la Cruz se desprende de un mirar la estética y cotidiana belleza de un mundo recreado, que se funde en su interior, haciendo brotar la grandeza pura, desnuda e interpretativa, de sus magníficas esculturas. Este, su pequeño gran universo pleno de libertad y armonía, se escapa del libre numen de sus manos creadoras, arrancando idealizada vida real de la escayola patinada, la piedra artificial, el alma del bronce o la madera. La trama de su obra, fragmentadas imágenes futuristas, inunda de originalidad cualquier aforo y mirada que haya albergado su presencia.

Según palabras de Camilo José Cela: “La escultura es el último límite del aire, la frontera del aire, la aduana del aire, donde termina el aire comienza la escultura…”. Visto de esta manera, abrazando gallardas imágenes de nuevas expresiones, el trazo exquisito plasma la impronta que hace reconocible la particularidad de la obra de este magnífico autor. Su personalísimo tratamiento de la imaginería, supone todo un hallazgo cuando parece que en su disciplina vertical y artística no queda nada por inventar. Así, indefectiblemente, creemos que es posible hallar en sus esculturas el iris que observa las evoluciones cambiantes del hombre fragmentado en mil facetas; hombre artista y sideral, a veces diluido en el espacio de una investigación continuada, cuyo afán de superación le llevan a exhibir, cada vez más, nuevas técnicas y modelos». 

 

Adolfo Martín Coello: «Eladio de la Cruz: Diálogo con la escultura», El Día, Santa Cruz de Tenerife, 10 de abril de 2001.



«La escultura de Eladio de la Cruz está muy unida al mundo de la Escultura. Ambos mundos y vida se unen, desde muy temprano, para llegar, con el paso de los años, al CENIT de su creación. La obra del escultor Eladio de la Cruz llega a su madurez, donde la belleza culmina hacia lo superior, donde la forma y el volumen, sintetizados por su autor, ofrecen al espectador un derroche de perfección y de buen gusto. Es por eso que Eladio, ofreciendo la belleza de su plástica, ordena su sabiduría para plasmar ingenio y belleza en las formas y en el arte. Muchísimo arte en lo que su obra, representa, y en lo que nos ofrece y expone». 

 

Rodrigo F. Díaz Machín (alumno de Eladio de la Cruz): «La escultura en el cénit»,  en VVAA: Eladio de la Cruz. Catálogo. Casa de La Cultura de los Realejos, 2002. 



«He tenido momentos extraordinarios a lo largo de mi carrera aquí en la Plaza de Ireneo González, y hondos recuerdos de los más emotivos de mis queridos profesores de aquel entonces: Enrique Lite, Zuppo, Pedro… y otros más a los que he echado tanto de menos, pero tú,  Eladio, me compensas de todo y por todos, cuando te veo y siento la nostalgia de unos años, que te aseguro que volvería a repetir si ello fuera posible, sin dudarlo un momento.

 

El camino del arte es muy largo, Eladio, pero nunca podremos agradecer bastante mis compañeros de aquella la Primera Promoción de Facultad, el cariño, la dedicación y el ejemplo que nos infundiste, y de la incansable sensibilidad que proyectas en esa atmósfera artística que nos dejas percibir a los que nos recreamos en los espacios proyectados por tu personal concepción de la expresividad vital, emocional y auténticamente artística». 

 

Ángela de la Garma (alumna de Eladio de la Cruz): VVAA: Esculturas. Eladio de la Cruz. Catálogo. Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Santa Cruz de Tenerife, 2003. 



«Eladio de la Cruz es un escultor completo, ya que trabaja toda clase de materiales: el bronce, las maderas preciosas, como la caoba, la tea y el cedro, la piedra artificial y la escayola. Las obras expuestas nos muestran su trayectoria escultórica. Uno de sus temas favoritos es la maternidad, precisamente existen tres grupos en bronce sobre el tema, que realiza también en tamaño más pequeño, que parecen más antiguas por la rotundidad de sus volúmenes y sus rostros redondeados que recuerdan un suave indigenismo. El resto de las obras nos muestra en sus rostros y actitudes un intenso dramatismo, como “La protesta”, de canon alargado que recuerda a Giacometti, con un hombre que alza los brazos y el rostro hacia el cielo reclamando algo y de rostro casi cadavérico. Una postura similar, pero más contenida se repite en “Expresión”, pieza que carece de brazos. También se prodigan los desnudos femeninos, carentes de rostros y brazos y algunos, como “Aires de libertad”, recuerdan a la ninfa Dafne transformándose en laurel para huir de la persecución amorosa de Apolo, ya que el cuerpo recuerda el tronco de un árbol. También existen parejas, como “Adán y Eva”, alargadas y dramáticas, que cubren púdicamente su sexo. Un bajorrelieve realista nos muestra su “Autorretrato”. Y una característica común a todas las obras es la forma de realizar los ojos de los personajes, un rasgo ondulado hacia abajo o hacia arriba y los labios finos que acentúan el expresionismo dramático de este artista maestro de escultores». 

 

Paloma Herrera: «La escultura expresionista de Eladio de la Cruz», El Día, 11 de diciembre de 2003.



«La escultura de Eladio es intensa, cuya estructura, a base de planos, nos permite llegar hasta el interior mismo de la materia, de formas ahuecadas que se desarrollan en el espacio. Los claroscuros le otorgan una plasticidad y una gracia singulares a todas sus obras, de volumetría abierta, ligera de lo estático, pero no carente de firmeza y solidez. Temática amplia que abarca distintos momentos de la vida, siendo una constante las representaciones de la “maternidad”, casi siempre la del niño abrazado por su madre, personajes de contención psicológica y de ondulantes formas manteniendo siempre el gesto juguetón y una inquebrantable alegría vigorosa. Tomado de la naturaleza, hay todo un mundo que dimana de experiencias personales en las que la madre y el hijo pierden sus rasgos más característicos para expresar una entidad separable.

 

No hay un material preferido para Eladio, pues tanto trabaja la madera como la piedra, así como los metales, ejemplarizados en el bronce. Observa las piedras, descubre sus texturas, sus volúmenes, sus capacidades y posibilidades, luego las somete al dibujo para lograr finalmente la escultura. El bruñido de las superficies y los colores naturales les confieren un resultado terso, aterciopelado, que acrecientan aún más los contrastes entre las diversas partes; lo mismo sucede con la madera, con el estudio de la contención, de los veteados, de las torsiones, para alcanzar todas las posibilidades creativas. Las cualidades y propiedades son elementos constitutivos de toda su obra lígnea». 

 

Gerardo Fuentes Pérez: «Eladio González de la Cruz. El dominio de las formas escultóricas», en Exposición-Homenaje al Escultor y Académico Eladio González de la Cruz. Díptico. Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, 2018. 


* N.B: En la transcripción de los siguientes textos se han corregido evidentes erratas y, en algunos casos, se ha alterado la puntuación original para facilitar su lectura.